Sé muy bien que no tengo ningún “derecho natural” para decir MI VALENCIA.
No soy valenciana, pero imitando a Blasco Ibáñez (Crónicas
de viaje),diría:
Si tuviera yo la costumbre de creerme dueña de todo aquello que me gusta, podría comenzar diciendo: Ya estoy otra vez en mi Valencia.
Hoy, 9 de octubre, Valencia está de fiesta. Es el Día de la
Comunidad Valenciana, cuando se conmemora la entrada a la ciudad del rey Jaime
I, en 1238; fue el rey que conquistó Valencia.
Hoy, después de 775
años, los que vivimos en la ciudad, aprovechando el sol valenciano, podemos disfrutar de toda la belleza que nos ofrece el llamado Jardín de España y además, del actual Jardín del Turia, el Río verde...
Hoy, quiero compartir en mi blog un artículo publicado en
1916, en la revista “La Esfera” , una emocionante descripción de la Valencia del
aquel entonces.
EL TURIA, SECO
Texto Ramón Velasco Pajares
Fotos: Gómez Durán
1916, El puente del Mar, sobre el cauce del Turia (Foto: Gómez
Durán)
Valencia, la hermosa, la ciudad del arte, la de ambiente
lumínico cargado de aromas, jardín voluptuoso, dulce y poético arrullado por
las azuladas ondas del mar latino. Entre los bellos calificativos que a tu
nombre engarzas, dos son los más usuales, los más conocidos, los que te
distinguen de toda otra población española: la ciudad de las flores, la ciudad
del Turia. Estos dos nombre, flores y Turia, traen impresos en su mente cuantos
viajeros llegan a tu majestosa mansión para conocerte. De flores puedes
ofrecerles el inmenso jardín que te rodea y embriagarles con su aroma. La
hermosura de polícromo campo, siempre fresco y florido y la bella realidad de
tu paisaje, colman la fantasía del que te contempla, satisfecho de reconocer
cuan justamente ostentan el galano título de ciudad de las flores, jardín de
España.
Por lo contrario, cuando el viajero esparce su vista por el
anchuroso y en justo cauce del Turia, aprisionado por altos y potentes muros
pétreos, sufre enorme decepción. Ni uno solo de los que por primera vez le ven,
exhausto del precioso elemento, deja de lanzar una exclamación de triste
sorpresa. ¿Este es el Turia? ¡Si está seco!...
Efectivamente, el Turia llega tan mermado a la ciudad, sobre
todo en la época actual, que bien puede decirse que no existe. Es un río que, a
veces, no va a dar en el mar. Muere antes. Su an ho echo, en los alrededores de
la capital, es aprovechado para toda clase de sports y ejercicios militares. En
su dilatado y arenoso cauce está establecido el tiro de pichón y el mercado de
ganados. Numerosas familias de gitanos buscan asilo debajo de los amplios arcos
de sus sólidos puentes; pero ese Turia seco que defrauda estéticamente las ilusiones
del forastero, es noble y bendito signo de laboriosidad regida por la ciencia
que honra a este activo pueblo.
1916, Mercado de ganados, establecido en la mergen del Turia (Foto: Gómez Durán)
La sequedad del río es otra gloria valenciana,
acaso la más digna de alabarse por ser obra del hombre, que ha sabido
aprovechar el rico venero que le donó la naturaleza para convertir los eriales
en vergeles, los ardorosos y sedientos campos en parajes suaves y lozanos.
El Turia o Guadalaviar, que entre profundas gargantas y
rápidas pendientes se precipitan desde la ingente Muela de San Juan hasta la
suave llanura valentina, sufre enormes sangrías que dan fertilidad y belleza a
esta tierra. Una maravillosa red de canales distribuye sabiamente las aguas
hasta los más recónditos lugares, entonando éstas, al pasar, con suave
murmullo, un himno a la vida y al trabajo.
Sin embargo, el manso y apacible Turia suele a menudo dar
pruebas de su bravura inundando la huerta y llegando a la ciudad con tan
inmenso caudal que los altos pretiles de sus distanciadas márgenes se declaran
impotentes para contenerlo. Numerosas crecidas tenemos anotadas, más no es este
el momento oportuno de hablar de ellas. Una de las más notables ocurrió en 10
de Noviembre de 1897.
Con que ya lo sabes, amado viajero: cuando visites el jardín
de España y veas el Turia que bordea la capital cubierto el cauce de arena
ardorosa sin un hilito de agua que lo surque, descúbrete ante él y salúdale
como al héroe que yace moribundo por haber dado la sangre a su patria. ¡Ojala
que la mayor parte de los ríos españoles llegaran secos a su término por idénticas
razones que muere el Turia exangüe a los pies de su amada ciudad!
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