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domingo, 29 de diciembre de 2013

Fin de Año en VALENCIA


Esta mañana, como muchas otras mañanas de domingo, salí hacia el Mercado de Colón,  bajo el típico sol valenciano y su esplendorosa luz.
Los otros domingos, iba al Mercado de Colón para deleitarme con algún concierto de las bandas de la Comunidad. Sabía que hoy no hay concierto, pero quería ver la ciudad en las Fiestas de fin de año y tomar algunas fotos de mi ciudad preferida, para compartir con mis amigos distribuidos por el mundo, desde las dos Américas hasta Moscú.
Decidí cambiar un poco la ruta y llegue primero a la Plaza del Ayuntamiento, con la esperanza de encontrar algo del ambiente navideño que no había sentido en mi barrio.


Allá, sonaba una música, como una copia descolorida de la música de las películas americanas de Navidad. Era para los  que patinaban sobre una pista de hielo  artificial. Ni me acerqué. Había gente, ni mucha, ni poca, la gente que igual a mi,  parecía que buscaba  “algo”, sin encontrarlo.
Lo único que recordaba que estamos en esta época del año era un gran cono, supuestamente minimalista o algo así, que probablemente simboliza el tradicional árbol de Navidad.


En un puesto de venta de flores había cierta alegría, sugerida por la mezcla de colores y por el mismo símbolo de las flores. La gente seguía mirando y andando lentamente.


Seguí mi camino hacia el Mercado, intentando encontrar atractivas vitrinas decoradas para la época y tomar alguna foto, algún recuerdo de mi primera y probablemente la última Navidad en Valencia. No logré encontrar gran cosa, ni para mí, ni para mis amigos lejanos.


En el Mercado de Colon logre encontrar aquel gran árbol que parecía natural, y un nacimiento típico. Era lo que buscaba; ni de esta vez, mi querido Mercado me había defraudado…  






Además, allá estaba el carrito de la horchata  para poder fotografiarlo y llevarme el sabor de este refresco tan valenciano entre mis recuerdos.



Seguí mi camino buscando más vitrinas. Encontré pocas, las de los que siguen celebrando la vida,  sin mostrar públicamente su sufrimientos por la caída del consumismo habitual.




Pasé por delante de una bella iglesia y también, encontré unos naranjos, los árboles que siempre recuerdan que en estas fechas deben decorarse con sus redondos frutos, como soles; ellos nunca dejan de celebrar las navidades y no les importan que los del Ayuntamiento no les ponen luces de colores por la calle.



Después, encontré dos grandes camellos con aspecto casi fallero, reposando en una vitrina y finalmente, llegue a la encantadora  Casa  Ferrer. 

  

Sigue igual de hermosa, con su decoración modernista que hoy, bajo  el intenso azul del cielo de un diciembre valenciano,  me pareció casi navideña… 


Es una de las joyas de Valencia.
Siempre me quedaré con el sueño de poder vivir en uno de sus apartamentos o al menos, de haber podido conocer alguno…
Quedará entre mis recuerdos de esta bella ciudad.

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