jueves, 18 de diciembre de 2014

ESPAÑA - TIPOS Y TRAJES (3) - SALAMANCA


José Ortiz Echagüe, años 60, 
autor de las fotografías del libro  ESPAÑA - TIPOS Y TRAJES

En esta tercera entrada de la serie dedicada al libro ESPAÑA- TIPOS Y TRAJES,se reproducen las imagenes correspondientes a la región de SALAMANCA con sus respectivos comentarios de las fotografías y también los del capitulo general, titulado El Traje popular en España.


EL TRAJE POPULAR EN ESPAÑA

«…… trapasamos la Sierra de Gata en cuyas estribaciones sé asienta Montehermoso, y en la vertiente norte, ya en Salamanca, cruzando alegres valles, alcanzamos la Sie­rra de Francia, y en los lindes ya de las inhóspitas Batuecas encontramos La Alberca, pueblo se­rrano de pintoresca traza rodeado de corpulentos nogales y castaños.
En La Alberca, el traje actual es vulgar y anodino, pero es aún posible reconstruir el traje antiguo que las mujeres de cincuenta a sesenta años llevaron aún de mozas. Este traje es, sin duda, el más rico y hermoso de toda España. Parece estar influido por un sentido religioso; es un traje de hechura talar y sus adornos, de filigrana de plata y coral, constituidos por enormes collares que descienden hasta las rodillas, están llenos de imágenes, exvotos relicarios, todos ellos riquísimos y los más de indiscutible antigüedad.
El valor de estas prendas hace que en varias sucesiones se desperdiguen entré dilatada paren­tela y su reunión es cada día más difícil.
Llevan tocada su cabeza con amplio pañuelo de encaje que cae sobre los ojos y rodea después el cuello, velando parte del rostro. El traje es de pesado terciopelo ricamente galoneado. Largo delantal, especie de casulla, cubre totalmente la falda por delante.
El hombre anciano lleva traje negro de chaquetilla y calzón cortos, éstos con polainas, anguarina con hebilla de plata y sombrero de ala enorme cual ninguno de España.
El traje joven parece más mixtificado; es de vivos colores, recuerda al de Aragón, del que se distingue en la amplitud y riqueza de la botonadura del chaleco.»


SALAMANCA - La Alberca

TIPOS DE LA ALBERCA. Los mozos de la sierra de Francia visten, caso extraño en España, en que los trajes masculinos son casi en su totalidad negros, trajes de muy chillones colores, generalmente de felpa de terciopelo con finos dibujos. La prenda más característica es el chaleco, muy cerrado sin duda para dar lugar a largas filas de diez grandes botones de plata cada una, colgados de cadenas. Estos botones vuelven a repetirse a ambos lados de los cortos calzones, en mayor número, también colgados de cadenas, por lo que cascabelean al andar.



SALAMANCA.- Mozos de La Alberca

SALAMANCA.- Tipos de La Alberca


SALAMANCA.- Tipo de La Alberca


MUJER DE LA ALBERCA. CHARRAS DE LA ALBERCA. Riquísimo y curioso traje éste, llamado de vistas, en cuyo estudio podrían invertirse largas horas. Sobre la cabeza el blanco tocado de gasa con encajes y cintas de seda, que cae sobre los ojos y rodea el cuello. Jubón de terciopelo negro, abierto por los codos, adornado con galones y botones de plata. Sobre el jubón pañuelo de seda, y sobre éste, a modo de joyel, collares de aljófar, enormes collares de plata y oro de tenue filigrana con rojos corales. De ellos penden medallas, rosarios, cristos, amuletos, encomiendas, relicarios. El "gran collar" da dos vueltas y está formado por grandes carretes y gruesas bolas de labrada plata. A ambos lados arrancan, bajo los hombros, dos grandes fajos de cadenas, de las que penden otra vea toda la variedad de objetos religiosos antes citados, encerrando oraciones, curiosas ofrendas, etc. Saya de paño fuerte, y sobre ella hasta tres manteos: verde, azul y negro, adornados con terciopelo y galones. Delante, el delantal morado con encajes de plata. Ceñidor de colores con madroños de seda. Castas medias de lana y zapatos cuadrados de rica hebilla. La charra de La Alberca se nos presenta así cual rica imagen adornada con espléndido joyel. Aún quedan en Salamanca pequeños obradores, restos de la antigua industria orfebrera charra, donde diestros artífices trabajaban las delicadas joyas de origen árabe, según parece, ya que su uso se remonta a los siglos XIII a XV. Con estos trajes hacen aún las albercanas su oferta a la Virgen en la típica fiesta del 15 de agosto.



SALAMANCA.- Mujer de La Alberca


SALAMANCA.- Charras de La Alberca


TRAJES DE CEREMONIA. Para las ceremonias suelen llevar los hombres en La Alberca una especie de casaca, que se abrocha tan sólo por dos afiligranados broches de plata. Esta prenda es análoga a la que llevan los hombres en Ansó. Conocida allí con el nombre de anguarina. El traje, de la misma hechura que los de los mozos, sólo que negro, y un gran sombrero, que recuerda al de la Robleda, pero sin bridas. Sobre la casaca una larga capa de esclavina.
Las mujeres llevan amplio manto, que cuelga por atrás, llamado el ventioseno, por la clase de paño con que está fabricado.

Este manto, más breve y encuadrando la cara con un volante de seda, se emplea también al norte de Salamanca en la región armuñesa, y recibe el mismo nombre. En esta región, el traje femenino tiene también sus variantes, y está influido más bien por el de Candelario, pues volvemos a encontrar el manteo de candilejas y un breve serenero bordado.


SALAMANCA - La Alberca.- Trajes de ceremonia

VIEJO DE LA ALBERCA. Enjuto y cetrino, cubre su cabeza bajo enorme sombrero. Frisa ya en los ochenta; guerreó con Don Carlos en los vericuetos de las Hurdes. Fué pesadilla de la Guardia Civil, pasó trances amargos y al punto estuvo de ser fusilado. Refiere pintorescamente sus hazañas y da razonables consejos a los chicos del pueblo, que le escuchan atónitos.

SALAMANCA .- Viejo de La Alberca


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       «Siguiendo la Sierra, cortando nuevos y ricos valles, llegamos a la Sierra de Béjar, donde Candelario se asienta, otro lugar donde el traje femenino se conserva aún vivo.
De diario, las mujeres presentan original silueta con su enorme moño inclinado hacia delante, su manteleta, su amplia y lisa falda. Su silueta tiene algo de grotesca y carece de la gracia de la montehermoseña. Sin embargo, al endomingarse para ir a la iglesia, se transforma. Encuadran el rostro con amplio pañuelo de seda blanco y sobre el mismo prenden la rica mantilla de terciopelo que el alto moño mantiene enhiesta.»

SALAMANCA - Candelario

MUJERES DE CANDELARIO. Peinan sus grandes moños y sus cocas, y de su cabeza penden lujosas cintas. Llevan jubón de terciopelo brochado, las mangas abiertas hasta el codo. Botonadura de oro. El guarda-piés, de pliegues, y sobre el mismo, el amplio manteo de paño del vecino Béjar, con sus cuatro grandes canalones o "candilejas". Al borde el "alrededor" de paño de distinto tono formando complicados adornos, y como remate el "repulgo", banda de terciopelo y seda. A la cintura amplia faltriquera. Media blanca y charolados zapatos de ricas hebillas.

SALAMANCA .- Mujeres de Candelario

DEVOTAS DE CANDELARIO. Sobre la cabeza el amplio pañuelo encuadrando el rostro, y sobre él la negra mantilla de brochado terciopelo rematado en ancha cinta, que llaman tirana. Por delante termina en volante de encaje negro, que cobija el rostro. Tales son las prendas con que se toca, realzando su rostro, la mujer de Candelario para ir a la iglesia.

SALAMANCA .- Devotas del Candelario

SILUETAS DE CANDELARIO. Al salir a la calle, la charra de Candelario se protege con el senenero, pañete verde o amarillo, bordeado de cintas y sujeto por delante por sus dos puntas con rico broche. Sencillo para el diario uso, se adorna y enriquece para las ocasiones. Tal es el caso de las tres mujeres que destacan su silueta sobre la vieja casa de amplio barandal.


SALAMANCA .- Siluetas del Candelario 

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« En prolongación de la sierra de Francia sigue la de Gata, que da asiento a pueblecillos como Robleda y Peñaparda, de la región del Rebollar, foco del traje charro que se reputa como el más primitivo de los que aún perduran.
Es muy interesante el traje de hombre de Robleda, caracterizado por su amplio sombrero de grandes alas sujetas por cordones a modo de bridas. Llevan también chaquetilla o sayo con aldetas, que recuerda a la de Lagartera, sólo que aquí es más ceñida y se sujeta con cordones por delante. Camisa con alto cuello y lujoso chaleco. El traje de la mujer es un intermedio entre el de Peñaparda, influido por el extremeño y el del vecino Ciudad Rodrigo, ya salmantino del llano.»


SALAMANCA - Roblera y Peñaparda

MOZOS DE ROBLEDA. El traje masculino de Robleda es más interesante que el de Peñaparda, sobre todo por los amplios sombreros con bridas o cordones que sostienen las enormes alas. Es muy característico el sayo, o chaqueta de paño con aldetas, que llevan en todo el borde especie de solapas de otro color, adorno que se repite en las bocamangas. Estos sayos se atan cerrándose por delante con cordones. Los chalecos, de idéntica forma que en Peñaparda, están cuajados de brillantes bordados. Llevan también el pañuelo de seda como en aquel lugar, sólo que colgado de la faja, sin duda para no ocultar el lujoso chaleco.
Tienen cierta elegancia las siluetas de estos mozos de Robleda al marchar airosos por las calles del desamparado pueblo, situado en un llano salpicado de manchas de robles corpulentos.
El traje de la mujer no se entronca tanto como el de Peñaparda con el extremeño, y su proximidad a Ciudad Rodrigo ha hecho que el charro influya decisivamente en la indumentaria femenina del lugar.

SALAMANCA.- Mozos de la Robleda

SALAMANCA.- Mozos de la Robleda

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«El traje femenino de Peñaparda, de paños toscos y listados, confeccionados en el lugar, es muy primitivo. Tiene, sin duda, influencias montehermoseñas, como son la manteleta cruzada y la corta falda, así como el pañuelo suelto sobré la cabeza. Las piernas al aire desde la rodilla las cubren con sencillas medias o con estas muy bordadas al estilo de Lagartera. El traje masculino dé Peñaparda es casi idéntico al de Robleda, salvo el sombrero, más vulgar y de más modestas proporciones.»

SALAMANCA - Peñaparda

TRAJES DE PEÑAPARDA. Salamanca es probablemente, entre todas las provincias españolas, la que más conserva su vieja indumentaria, y si bien es que como foco vivo de traje femenino sólo existe Candelario, perduran en toda la provincia gran número de fiestas y funciones religiosas a las que las gentes asisten ataviadas con sus ropas charras.
Los trajes de La Alberca y Candelario, de las sierras de Francia y de Béjar, son esencialmente distintos de los del llano que se extiende desde Salamanca a Ciudad Rodrigo, y éstos a su vez difieren de los de la ribera del Duero, que persisten aun en pueblos como Aldeadávila y Villarino. Muy diferentes son también los traje: de la región del Rebollar, limitando con Cáceres, que pueden aún verse en Peñaparda y Robleda.
El traje de Peñaparda, juzgado como el más primitivo de la provincia, poco tiene que ver con el charro. Llevan sobre el busto las mujeres un mandil o serenero casi idéntico al de las montehermoseñas, aunque más adornado; llevan también faldas o manteos muy cortos, con las medias al aire, y zapatos de hebilla, lo que se repite en Montehermoso, si bien en éste las faldas son mucho más plegadas y se superponen en mayor número. Las mangas terminan en adornadas carteras, y bajo las mismas se asoman los puños de la chambra, especie de manoplas con flecos de colores. Llevan, por último, como las montehermoseñas, pañuelos sobre las cabezas, si bien los dejan siempre sueltos, sin anudar. Todas estas semejanzas y la existencia también de sombreros de paja con capota en esta región inclinan a referirla al traje cacereño más que al charro, lo que nada tiene de extraño, dada la proximidad de Extremadura. Tienen también prendas lagarteranas, como las policromadas medias, que usan en ocasiones.

Por la parte anterior llevan dos faltriqueras colgando de la cintura y adornados cordones, de los que penden llaves, tijeras y otros objetos de uso domésticos. Los lienzos de todas las prendas son de toscos tejidos de franjas de colores, confeccionados en el lugar. Los hombres llevan sombreros de breves alas, adornados con cintas de colores y grandes borlas, que caen por atrás. Llevan amplias y largas capas, chalecos con escoté cuadrado; colgando de los mismos, y como lujosa ostentación, pañuelos de seda dé vivos colores.

SALAMANCA- PEÑAPARDA.- Mujeres en traje de fiesta

SALAMANCA- PEÑAPARDA.- Requíebros

SALAMANCA.- Nenas de Peñaparda

SALAMANCA.- Mozos de Peñaparda

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«Dejando la serranía, bajemos al llano, a la dilatada campiña de Salamanca, y en cualquier pueblecillo de la misma podemos encontrar en los arcones el traje charro del llano, que casi todas vistieron en sus bodas.
Las mujeres llevan sobre el corpiño toda clase de joyas, de tamaño más moderado que en La Alberca; riquísimas mantillas, cintas que penden del moño y de la cintura. La figura abigarrada por delante adquiere, vista de espaldas, simplicidad y armonía singulares.
El charro de ajustado traje tiene como prenda distintiva del resto del traje varonil español la polaina de cuero, indispensable a sus hábitos de jinete.
En la ribera, pueblos como Villarino y Aldeávila conservan él traje charro femenino del llano con toda su pureza. El masculino ha sido casi abandonado, y para las fiestas visten sobre las prendas vulgares graciosas y cortas blusillas cuajadas de bordados. En la Armuña, al norte de Salamanca, existen algunas variantes, tales como la reaparición del sombrero de paja, de capota, análogo al de Ávila, y faldas que recuerdan a las de Zamora. Usan también una curiosa prenda, la sobina, corta mantilla adornada por delante por un volante que rodea el rostro.»

SALAMANCA - El llano

GRUPAS CHARRAS. Gentiles siluetas las de estas charras del llano, que cabalgan sobre las grupas de las jacas, a espaldas de sus parejas. Amplias faldas o manteos de afiligranados bordados. Ricas mantillas de sutil encaje y más rico joyel de collares con cruces, tembladeras, encomiendas, cristos y corazones. Al caer de la tarde, de regreso de la ciudad vecina, cruzan el encinar que circunda la aldea.

SALAMANCA .- Grupas charras

CHARRAS DEL LLANO. Visto de espaldas, el traje charro adquiere una prestancia religiosa. Pañoleta de encaje, rico crucero bordado o dengue, cintas que penden del moño en señal de soltería y. encima, la mantilla terminada en dorado remate.

SALAMANCA .- Charras del llano

CHARROS DE SALAMANCA.—Ajustados trajes de rico pectoral y ceñida polaina, ricas botonaduras, brochadas chaquetas, visten estos charros de airosa traza.

SALAMANCA .- Tipos charros

CHARRAS DE ALDEADÁVILA. MOZOS DE ALDEADÁVILA En la raya de Portugal, junto al profundo cañón del Duero, está Aldeadávila, coa sus trigales naciendo entre peñascos. Las mujeres conservan el más puro traje charro, de chocante uniformidad. Mantilla de negro terciopelo, con lujosos bordados, bajo la que asoman las rodelas con sus siete agujas de afiligranadas cabezas. Sobre el mantón de flecos, profusión de collares de bellotas de oro. Los hombres han bastardeado el traje charro, pero en lugar de adoptar la vulgar blusa de percal de otros lugares, han puesto la moda de vestir graciosas blusillas cortas, llenas de complicados adornos, que en algunos casos cubren casi por completo la prenda.

SALAMANCA - Aldeadávila.- Charras de fiesta

SALAMANCA - Aldeadávila.- Mozos en domingo

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       «Salamanca es la provincia donde el traje se nos presenta en más variados matices, siendo los tres a que nos hemos referido los más clásicos y distintivos.»

(Continuación...)

Fuentes: El texto y las imágenes de las fotografías de José Ortiz Echagüe son reproducidos del libro: España - Tipos y trajes, publicado por "Bolaños y Aguilar" - Madrid (Años 30-40?)



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domingo, 14 de diciembre de 2014

domingo, 7 de diciembre de 2014

ESPAÑA - TIPOS Y TRAJES (2)



Continuando con el libro ESPAÑA- TIPOS Y TRAJES,en la entrada de hoy se reproduce uno de sus artículos, cuyo autor es Ortega y Gasset. Las imagenes incluidas en el texto no provienen del libro sino que fueron asociadas para ilustrar los comentarios del autor. 
Después del artículo,continúo con la publicación de algunas de las fotografías reproducidas del respectivo libro.  


PARA UNA CIENCIA DEL TRAJE POPULAR
Autor: Ortega y Gasset

El fotógrafo José Ortiz Echagüe
Con su máquina fotográfica Ortiz Echagüe ha conseguido algo épico... No sé bien qué: ¿tragedia,  comedia, fábula más bien? Pero estas páginas nos cuentan historias mudas de dos héroes  Los dos protagonistas son Paño y Piedra. Nos ostentan, con cierto cinismo entre orgulloso y zumbon, sus músculos, sus masas, sus  poros, sus luces, sus sombras. 
La Piedra, más segura de sí misma, se  suele quedar al fondo, donde afirma  su dureza geológica. Y, sin embargo, juega consigo misma a curvarse como un junco en el arco, en el portal, a bombearse en la panza de los torreones, a enternecerse en los detalles íntimos de un blasón que florece sobre la sillería granítica. 
El Paño, menos confiado en su destino, se adelanta al primer plano, como un tenor, para cantarnos su aria romántica, para que le veamos bien y nos interesemos por su suerte. Tienen también estos trajes extemporáneos, al acercarse a quien contempla las fotografías de Ortiz Echagüe, algo de animales exóticos, que en el Zoo, tras los barrotes, se aproximan al visitante con la esperanza de que les echen algo.
No es impropia esta imagen que sugieren, porque, en efecto, como muchos animales de Zoo no existen  ya o van muriendo en sus territorios naturales. Seguramente, el que recorra estas láminas admirables recibirá una impresión extraña de equívoca mascarada. El pueblo, que si es algo peculiar  es precisamente vida espontánea y que se ignora a sí misma, aparece aquí como sorprendido de ser tal y cual es, como representando, por eutrapelia, un papel que algún poeta erudito lo ha compuesto,  es decir, viviendo la definición que de él ha dado alguien que no es pueblo.
Y es que el pueblo, capaz de vestir con ingenuidad este indumento, ya no existe o casi no existe. Donde, por azar, perdura aún, es cuestión de horas su desaparición. Podrá usar todavía en si vida normal tales anacrónicos atavíos, pero ya ha decidido arrumbarlos. Por dentro es incompatible con su atuendo. Es la larva unos minutos antes de rasgar su forma, cuando siente ya bajo elle agitarse la seda de unas alas definitivas. Haber fijado este instante crítico, equívoco, irónico, es lo que da, a mi juicio, mayor calidad estética a la obra de Ortiz Echagüe.

1928 España -  Mujeres lagarteras
Aunque he caminado bastante por los caminitos de España no conozco más que un rincón donde el traje popular, tradicional, en vez de retroceder se haya afirmado. Es el pueblo de Lagartera 
¿Quiere decir esto que, por un estrambótico destino, los vecinos de este lugar vivan hacia atrás y sufran lamentable involución? Todo lo contrario. Al decidir la repristinación de los viejos atavíos este pueblo ejercita de la manera más curiosa su modernismo. Lo moderno es la industria y la explotación. Pues bien, los lagarteranos, que habían ya casi abandonado sus usos indumentarios, conservaron la tradición de sus bordados. Algunos finos aficionados pusieron de moda estas labores tan propias para el ornato de las casas y el bordado lagarterano se convirtió en industria que explota sobre todo al turista. Pero la industria moderna necesita del reclamo. Y he aquí que como anuncio de su industria tradicional, resuelve el pueblo entero de Lagartera rehabilitar sus antiguas ropas. Por las calles de Madrid se ve pasar a las lagarteranas llevando la mercancía a domicilio: van con sus faldas huecas y sus colorines, con aire de faisanes.

Raro será el sitio donde el pueblo no sienta ya como disfraz su traje popular. Esto significa, prieto resumen, muchas cosas; significa casi entera la lista de problemas sugestivos que el popular plantea.
Parece increíble, pero, que yo sepa, no existe un solo estudio sobre el traje popular.  Cien; veces se han descrito los usos indumentarios de tal o cual país. Pero nadie se ha parado a meditar sobre el hecho genérico del traje popular, sobre su naturaleza y las leyes de su variación.
El fenómeno que acabo de señalar—que nuestro pueblo siente como un disfraz su traje tradicional—pone de manifiesto, una de esas leyes. Por cierto, sorprendente. Es ésta. El pueblo no usa todas las épocas históricas un traje popular, sino sólo en algunas. Por ejemplo, en la que ahora entramos se desnuda de sus pintorescos y peculiar es ropajes y adopta el traje común, universal. El hecho es terráqueo. En estos años cuelga el mandarín su vesta cromática de pájaro humano y se introduce en el inameno completo del europeo. En Turquía Mustafá Kemal siega en un día todas las chechias de Anatolia y las substituye por él chapeo occidental. Lo propio acontece en  los pueblecitos de España. Hay, pues, épocas de uniformismo indumentario que hacen desaparecer los atuendos populares. El Imperio romano fué tiempo de esta índole e impuso el traje latino desde Palmira a Lusitania, desde el Sahara al Vístula, desde el Cáucaso a la isla de los britanos. 


EDAD ANTIGUA.- TRAJES Y EMBLEMAS DE LOS ROMANOS

En cambio, hay otras sazones de heterogeneidad triunfante, en que cada pequeña región da caprichosamente su traje particular.
Dentro de Europa las clases sociales superiores han mantenido siempre un formato común de  vestimenta, bien que modulado diversamente. Las diferencias radicales eran, en cambio atributo popular.
Conviene, sin embargo, defenderse de la ilusión óptica que suele producir todo lo popular, en virtud de la cual nos parece antiquísimo, vetusto y espontáneo. En realidad, los trajes populares no son más ni menos modas que los usados por las aristocracias. La única diferencia consiste en que el tempo de variación, de modificación es mucho más lento en el pueblo. Esta lentitud hace que se olviden el origen de la vestimenta y que parezca nacida espontáneamente, por mía profunda y lenta inspiración étnica. De aquí el culto romántico al casticismo de los trajes pueblerinos. Pero este culto no es más que inocencia.

He aquí un gracioso ejemplo. Revolución popular no ha habido en España más que una: el motín de Squillacce o de las capas y sombreros. La plebe peninsular ha solido mansa. Sufrió todo, soportó todo lo que con ella quiso hacerse. Pero un buen día, los gobernantes ilustrados de Carlos III quisieron adecentarla un poco, quitarle el aspecto pintoresco, estrafalario, extraeuropeo que su manera de vestir le proporcionaba. 


El Motín de Esquilache

Con este fin se publica bando para que todo el mundo recorte sus capas talares y recoja las enormes y caldas alas de los sombreros. El pueblo se sintió ofendido en lo más recóndito de su ser: era como tocarle a la propia alma tocar a su sombrerazo, que solía llamarse chambergo y gacho. Como la guardia walona era la encargada del orden público y tuvo que ocuparse en dar cumplimiento al bando anticastizo, creció la hostilidad que ya de tiempo atrás sentían por ella los barrios bajos de Madrid. Si el bando, que procedía de un extranjero, Squillacce, era ya un atentado sacrilego a la espontaneidad tradicionál del traje popular, la intervención autoritaria de soldados extranjeros acentuaba su carácter antinacional. ¿Reformar el sombrero castizo no era como extirpar al pueblo su más autóctona personalidad? Y, en efecto, por una vez, el pueblo se sublevó y se dedicó a cazar guardias walonas.

TIPOS DE FLANDES




Así cuentan el hecho los historiadores y no hay nada que rectificar a su relación. Solo les imputo una falta: no decirnos por qué ese sombrero tan castizo, tan consubstancial con la raza madrileña, se llamaba chambergo. La palabra huele enormemente a extranjería. Chambergo viene de Schomberg. ¿Y quién fué Schomberg? Schomberg  fué el comandante de la guardia flamenca traída a España en tiempo de Carlos II, aproximadamente un siglo antes del motín de Squillacce. Esta guardia flamenca despertó también la antipatía popular. ¡Irritaban aquellos hombrones barrocos del Norte, tocados con sus enormes sombreros a lo Schomberg! Pero es el caso que, no mucho después, el pueblo matritense adoptó el amplio chapeo extranjero y que dos generaciones más tarde lo consideraba como simbólico fetiche de la más pura casta madrileña. Por defenderlo se entregó denodadamente a linchar guardias walonas, herederos de aquellos a quienes había tomado el sombrero.



Caballero del chambergo, de Nicolás de Villacis, siglo XVII





Este dato nos invita a reformar nuestra manera de deleitarnos con el traje popular. Su gracia no está en su efectiva antigüedad, sino precisamente en la portentosa ilusión de vetustez, más aún de sin-edad, que el pueblo da a cuanto adopta, aunque sea de ayer. Esta es su peculiar y genial ironía. Mientras las clases superiores acentúan la novedad de cuanto usan y hacen, cayendo siempre, más o menos, en una gesticulación de parvenus, aunque no lo sean, el pueblo parece complacerse en lo contrario y da a su traje y a su canto y a su vocablo pátina de milenio y resonancias inmemoriales.
Ningún traje popular es autóctono ni eterno, y, sin embargo, todos lo parecen. Esto es lo interesante, lo sugestivo. En esto revela, efectivamente, la clase inferior social su potencia de estilo. La auténtica antigüedad de un objeto usado por ella y sólo por ella, no permitirá reconocer su fuerza de creación artística, personalísima, impregnadora de cuanta materia toca.



El único indumento popular que es de verdad eterno es él harapo. El mendigo que con fruición dibuja una y otra vez Rembrandt es idéntico al de Goya, y ambos no se diferencian del mendigo medieval. Lo cual—entre paréntesis—nos insinúa sutilmente que, como el harapo, él oficio que simboliza es un modo eterno de ser hombre, un modo radical, invariable, categórico, en comparación con él cual todos los otros modos de ser hombre resultan transitorios, mudables y anecdóticos. El mendigo es acaso la forma más pura de conservarse Adán al través de la Historia. Por ello, nuestro lenguaje vulgar dice del que va harapiento que va hecho un Adán.
Pero prosigamos un poco más estos primeros apuntes para una historia natural del traje popular. Hemos dicho que no suele ser muy antiguo; ahora añadamos que su origen no suele ser popular. ¿De dónde proviene entonces? No cabe duda: de las aristocracias. 


Moda en el Renacimiento europeo - Nobles

El traje de la hembra popular aragonesa y el de la valenciana son él traje de la dama dieciochesca interpretado en material humilde por oficiales toscos. El traje de la ansotana y de casi todos los valles altos es él traje mundano usado por las señoras a fines de la Edad Media y durante el Renacimiento. ¿Se advierte la curiosa ley que esta observación nos descubre? En las tierras bajas y abiertas él traje popular femenino procede de una moda aristocrática relativamente reciente. Es decir, que la aragonesa adoptó lo que hoy consideramos como su ropa castiza, cuando esa ropa era él uso universal en las clases superiores, en Madrid como en Versalles. 

Por tanto, en una época de uniformismo, en que el pueblo no quiere parecer heteróclito ni pintoresco ni castizo. Por el contrario, en las aldeas de alta montaña, en los vallecitos angostos y perdidos del Pirineo, ha quedado retenida una moda aristocrática mucho más antigua. Evidentemente, hubo un tiempo de pleamar, uniformador a fines del Renacimiento, que llevó los usos de vestimenta a la sazón vigentes hasta los últimos pueblos montañeses, como él diluvio elevó el arca de Noé hasta la cima del monte Ararat. Aquella pleamar fué seguida de un reflujo de siglos en que predominó la heterogeneidad en él vestir regional, y las modas popularizadas hacia 1500 quedaron encalladas en la montaña, fijas, estabilizadas. De esta manera los trajes de cada región son como los petrefactos signos de corrientes sociales que un día llegaron hasta allí, depositando en aluvión formas de ornato y vestidura que procedían de los centros urbanos más refinados y remotos.
Hay, es cierto, trajes populares femeninos cuya oriundez aristocrática es menos clara. Pero da la casualidad de que esos trajes parecen todavía menos autóctonos y peculiares que los citados. Así, él vestido lagarterano es casi un lugar común de toda Europa: con ligeras diferencias se encuentra en todo él centro y él norte del Continente. A veces, como ante los trajes de jamalleras o de la nena en traje de fiesta, que Ortiz Echagüe reproduce maravillosamente, recordando atavíos centroasiáticos o de Siam.

Trajes en la antigua Creta
Con todo respeto para opiniones divergentes de la mía, diré qué, a mi juicio, el traje más misterioso, más relativamente autóctono, más extraño y de más fino sabor castizo, es el que pudiera parecer más moderno de todos: el traje andaluz femenino, con volantes o faralaes. No creo que se encuentre nada parecido en el resto de Europa ni en Asia. Sólo lo hallamos donde los españoles lo llevaron, como en América. Sin embargo, la arquitectura de esta falda parece circunscribirla al siglo XIX. En la galería de Ortiz Echagüe—y en la realidad—no hay otro indumento popular de aspecto más contemporáneo. Pero si desandamos cuatro mil años la volvemos a encontrar idéntica en las diosas de Creta. 
Allá, en el oriente mediterráneo, las mujeres vistieron faldas gitanas hace cuatro milenios. Y—¡curiosa coincidencia!—esas mujeres de Creta asistían con mantillas a corridas de toros. Se conservan trozos de mosaico donde aparecen unas damas contemporáneas del rey Minos, o poco menos, que, desde un palco, contemplan una fiesta tauromáquica. Son unas sevillanas o malagueñas inconfundibles. A mí la cosa no me sorprende demasiado porque desde hace mucho sostengo que los andaluces proceden del Asia Menor y son parientes de los cretenses, de los etruscos y de otros pueblos, hasta hace poco misteriosos, que en cierta altura de la Historia se desparramaron por el Mediterráneo y fundaron Estados admirables, entre ellos Tartasia. En el libro de Schulten puede verse una descripción de la vida tartesia hacia el año 1000 a. d. C, y sorprenderá la identidad de carácter y usos entre aquellos hombres y nuestros floridos contemporáneos los andaluces.



Algunos tipo y trajes españoles
 Fotografias de JOSÉ ORTIZ ECHAGÜE - Años 30


 CASTILLA -Toledo-Lagartera. – Labores
"Con tal impedimenta en su indumento, la lagarterana trabaja horas y más horas; y es lo curioso que de sus dedos salen esos encajes sutiles, casi ingrávidos, en donde los finos hilillos se entrecruzan milagrosamente, creando dragones, perros fabulosos, monstruos apocalípticos y caprichosas floras imaginarias"


CASTILLA-Toledo-Lagartera.- Jóvenes de fiesta
Originales capotas de las que prenden posteriormente profusión de bordadas cintas Ceñido jubón sobre el que prenden flores de oropel o que cubren con bordadas manteletas. Tales son las prendas que llevan las lagarteranas a los bailes en los días de fiesta.




 CASTILLA-Toledo-Lagartera. – Vistiendo a la novia
Esta lujosa y ahuecada falda es la que cubre la larga serie que el rumbo de la familia ha acumulado. Este rumbo vuelve a desbordarse en los múltiples ramos de oropel y numerosas joyas de filigrana de oro que cargan sobre el pecho, oprimido por la ceñida chaquetilla de terciopelo. Para ir a la iglesia se la cubre con blanca mantellina orlada de rico encaje.




CASTILLA-Toledo-Lagartera.- “Jamelleras” 
En toda boda de Lagartera hacen de madrinas (jamelleras) las más intimas amigas de la novia. Se visten con los más lujosos atavíos y el principal alarde lo constituye en número de huecas faldas que se superponen. Formarán los seis díasque como mínimo dura la ceremonía el permanente sequito de la novia. Para ir a la iglesia se tocarán siempre, al igual que ella, con la blanca mantellina. 


CASTILLA-Toledo-Lagartera. – Madre
Se casó no hará un año, atudó a su marido a recoger la sementera, trabajó sin descanso en el arreglo del humilde hogar y aún ha podido, a fuerza de sudores, tener listo el más diminuto traje del lugar para aquel lindo retoño de sus entrañas.

 CASTILLA-Toledo-Lagartera.- Una Viuda
Es muy severo este traje de las viudas en contraste con los demás de Lagartera. Llevan para la iglesia manto negro con borla sobre la frente, como en la mantilla de las ansotanas; las restante prendas, de igual anchoras que las corrientes, pero negras. Su brazo derecho apoya sobre la cera que, arrollada, llevan cubierta con un lienzo y puesta, con las velas, sobre bandeja guarnecida de encaje.



Tipo Castellano
Es de los pocos que en Sepúlveda visten aún de corto en los días sonados. No le gusta, sin embargo; es mucha gaita esa de oír a los vecinos preguntarle con sorna: ¿"Vas a los toros"?

CASTILLA- Turégano. – Tipos Segovianos
No queda otro traje de mujer más lujoso en él, pueblo; la falda muy amplia en grana y oro, jubón de terciopelo de estrechas mangas y rica mitra por montera.

CASTILLA- Segovia.- Alcaldes de Turégano
Es el alcalde saliente, todo erguido, el que está a la derecha; ha cumplido administrando bien y haciendo andar derechos a los vecinos; lleva integro el traje castellano. Su sucesor es más humilde, obedecerá al cacique y así empieza por dejar las abarcas y ponerse las botas

CASTILLA- Segovia. - Viejos de Turégano
Son los más ancianos que aun quedan en el pueblo; por eso visten todavía los arcaicos trajes; los demás vecinos los dejaron ya; los negocios no consienten estos atavíos.

 CASTILLA-Segovia. – Los guardas de Pedraza

 CASTILLA- Gredos. Lo mejor de la Aldea
En todos los pueblos hay una belleza, ésta es la de Guisando; es pastora, pero el día de fiesta sabe como ninguna llevar a cuestas un enorme moño de picaporte, verdadero monumento del peinado español. Su padre la acompaña. ¡"Es mucho moño el de mi hija"!

ÁVILA- Guisando. – El tío Pedro y las comadres
Todas le respetan y le piden consejos. Al salir de su casa, las comadres vecinas le asedian solicitas, preocupándose de su indumento.


CASTILLA. - Tipo de Ávila
Sombrero de paja con adornos y bordado corazón, sujeto con pañuelo de colores. Pañolón rameado sobre el corpiño. Refajo de rígido lienzo de telar lugareño, y en los bajos, profusíon de chillones bordados. Ostentosas iniciales aseguran la propiedad de la costosa prenda. Tal es el traje que en la provincia de Ávila es aún abundante.


ÁVILA. –Escopeta, Vinazo y Centeno

Son los apodos con que en el lugar distinguen a estos tres labradores, que hoy se han puesto las mejores ropas. Acuden a Ávila a visitar a la señora. La sementera fué mala, no va a serles posible pagar las rentas. Al regreso hacen alto en la marcha, y el más anciano repite las frases que dijo antes la dueña para tratar de convencerla, lo que sin duda ha logrado con su aguda dialéctica.



ANDALUCÍA. – Traje andaluz de faralaes
Traje ligero y gracioso éste de faralaes de ajustado corpiño y amplias faldas, llenas de volantes, que las andaluzas suelen confeccionar, casi uniformemente, a base de chillones percales de lunares.
Sobre el cuerpo un breve pañolón, y a veces, para acudir a ferias y romerías, ponen sobre la cabeza breve peineta o un pañuelo de seda de rabiosos colores. Tal es el traje que veis prodigado en cualquier ocasión por toda Andalucía, y que algunos pretenden ser el de más rancio abolengo de toda España, pese a su aire de modernidad

ANDALUCÍA-Sevilla. – Bailadora en traje de bata
Esta prenda es oriunda de Granada y es la más clásica de Andalucía. generalmente blanca, con amplia cola de volantes y pañuelo de seda de vibrantes colores

ANDALUCÍA-Sevilla. – Baile
Junto al ferial de ganado levántanse en Sevilla las casetas, donde improvisan bailes durante los días de la feria.


Fuentes: El articulo "Para una ciencia del traje popular" de Ortega y Gasset y las imagenes de las fotografías de José Ortiz Echagüe son reproducidos del libro: España - Tipos y trajes, publicado por "Bolaños y Aguilar" - Madrid (Años 30-40?)